sábado, 17 de febrero de 2007

De la razón a la ética revolucionaria.

2 de Diciembre 2006.

Venezuela está cambiando de piel como si fuera una gran serpiente de agua que cruza por la extensión completa de sus ríos, tierras y mares que la componen. Todos sus hijos e hijas se disponen a ejercer el derecho al voto que es la manifestación occidental y cristiana de ejercer el gobierno pero que desde hace 17 años cambió para siempre a la democracia. Aquel Febrero nuestra mentalidad giró hacia un horizonte nuevo iniciándose un ciclo de transformación y regeneración colectivas que han impulsado la democracia directa, protagónica y participativa, y ha dejado atrás, ya no volverá nunca, la democracia representativa (partidocracia). El pueblo, que forman todos los estratos sociales que tiene un país sin exclusiones de ninguna índole, comenzó a organizarse de abajo para arriba estructurando un modelo de autogestión y desarrollo endógeno aplicado a las distintas áreas de la vida y existencia local. De la economía de mercado a una solidaria, de la política clientelista, nepótica y déspota a la política que sigue pautas legales y se sustenta en la filosofía política que expresa todo el núcleo central de nuestra Constitución Nacional. Una política que tiene por horizonte la felicidad de todos los que viven en Venezuela. Los paradigmas que se oponen y superan simultáneamente reflejan la etapa de transición social que vivimos. La ética del puntofijismo aún con poder por el financiamiento imperialista sostiene bloques de partidos y organizaciones públicas y privadas destinadas a trabajar para imponer la dictadura que se ejerce desde Washington, hoy nido del pensamiento neoconservador. Es decir que la filosofía de la oposición está animada por un espíritu filosófico político que viene del pensamiento de Leo Strauss, cuyas ideas dan fundamento a la actual política exterior del imperio más poderoso del planeta. Aquí, nosotros seguimos razonamientos que vienen influenciados por la Ilustración del siglo XVIII y tienen un momento crucial de definición mundial en 1789 y la revolución industrial y los movimientos de independencia del inicio del siglo XIX sudamericanos cuando se da origen a los Estados modernos. Y sobre la postura ideológica que orienta al proceso revolucionario venezolano es cierto que las ideas de nuestros próceres patriotas padres de nuestras nacionalidades ejerce un poder magnético y sustentador filosófica, política y socialmente, pero también influyen ideas de pensadores extranjeros que adaptados a nuestro clima ofrecen más armonía y equilibrio a la mayor cantidad de personas en la menor cantidad de tiempo. El socialismo del siglo XXI es un movimiento revolucionario que dará fruto cuando respondan a la pregunta por la justicia en la tierra produciendo unidad no sectas. De macro a micro podemos trazar un paralelismo de dos siglos de distancia entre París de 1789 y Caracas de 1989. En Venezuela el Carachazo marcó el fin de un megaciclo histórico, así lo hizo mundialmente Paris dos siglos atrás. Las formas de los protoestados mundiales tienen hoy un momento de crisis que Venezuela los resolvió impulsando un Estado social donde la economía sea para la Nación y no la Nación para la economía. Por ello la explosión a la pregunta por los valores en el país y el desarrollo del pensamiento ético en el proceso de cambio. El nuevo Estado venezolano está más orientado a los derechos fundamentales humanos, al derecho internacional de los derechos humanos, que ninguno de los Estados anteriores. Así se cumple un ciclo de las iniciales campañas a favor de una federación de naciones unidas por los valores y el respeto humano sustentados en convenios internacionales como los que ya en 1826 Sucre y Bolívar firmaban impulsando el derecho internacional humanitario mucho antes de 1864 fecha de la primera convención de Ginebra. De manera que en Sudamérica se adelantó a las Naciones Unidas. Las ideas de JJ Rousseau y Voltaire se transformaron en mentes como las de Bolívar, Sucre, San Martín, Moreno y Monteagudo, en proyectos sociales de vida. Simón Rodríguez y Andrés Bello y Miranda usaron estas ideas y dieron formas a muchas producciones intelectuales y morales que hoy son instituciones que dan vida a una forma nueva de hacer política. El fundamento cristiano dirige estas políticas a la protección de los más pobres, a su sanación y educación, y a su capacitación para su propio autodesarrollo individual y colectivo, todos estos como derechos adquiridos y defendidos por la Constitución. Una vez que el pueblo esté instruido y capacitado para poder administrar sus finanzas y construir un país más justo entonces habrá paz, pero no solamente esto. La paz es una consecuencia de la práctica de la justicia y esta del desarrollo ético de una población. De ahí que se insista en la toma de conciencia, en el poder darse cuenta, y cuando esto se transforma en un poder darnos cuenta colectivamente, entonces hablamos de una conciencia colectiva. Es el despertar de un pueblo a su plena autonomía y vigor individual. La diferencia con el pasado en Venezuela en materia política es que en el futuro cercano habrá más oportunidad de integración social más allá de los distintos elementos que pretenden disgrergarla. Se verá una sociedad más compacta y uniforme, no así uniformada. El efecto de la integración interior significa el asumir al otro como parte de uno mismo y no segregarlo de nuestra conciencia, adaptarlo a ella mejor. Así lo que hoy se nota y padece como polarización dejará de existir, para dar lugar a una fase de integración, unidad, síntesis de una política que se dirige a la inclusión y no a la separación de sus componentes. Hay que verse reflejados en el cuerpo filosófico de la Constitución Nacional para entender la transición del paradigma egoísta-individualista-representativo del pensamiento político del pasado en Venezuela al de integración social basados en la justicia y sustentado en el cuerpo legal internacional sobre los derechos fundamentales del ser humano. Han pasado 17 años del Caracazo y estamos a las puertas de un nuevo acto electoral para renovar el cargo presidencial con dos figuras, una emblemática de la naturaleza de los cambios sociales en el país y otro más bien por reacción nacido de la unidad entre factores que no se sienten incluídos en el proceso político nacional y tratan de desligarse de un pasado reciente donde el ciclo llegó a su fin y necesita renovación e integración. La gran mayoría carente de posibilidades económica ha experimentado durante 8 años un clima de cambio que no terminó de consolidar proyectos y que pretende continuarse para el desarrollo y la prosperidad colectivas; el sector que resta minoritariamente defiende la necesidad de darle un cambio al cambio, pero tampoco ha manifestado un plan, proyecto de nación que lo identifique o lo distinga mejor dicho del que ya existe. El pensamiento que no quiere ser único, unilateral y excluyente; y la acción que no apuesta a la segregación sea de la índole que sea, y advierte un horizonte más amplio y entero en la postura que busca la integración y la interacción en armonía entre los diferentes planos que rigen la vida nacional sin subestimar ninguna de las manifestaciones que dan forma a la idiosincrasia nacional. Venezuela está cambiando de piel como lo hace una serpiente cuando ha llegado el tiempo de la muda. Este giro colectivo genera un pensamiento que da a luz un movimiento social empecinado en hacerle la vida más feliz a la mayor cantidad de gente posible en la menor cantidad de tiempo disponible. En América Latina, con un poco más de 600 millones de personas, y con la tasa de natalidad más elevada del mundo (2.8% frente a 2.2% en Asia, 2.1% en Africa y 1.2% en los países desarrollados), un tercio de la población se encuentra en condiciones de extrema pobreza y más de la mitad restante en condiciones de pobreza "normal”. Actualmente nos vemos obligados a pasar de la universalidad a lo mundano, de la fabricación de los consensos a la cultura del disentimiento intercultural. Así como las ciencias trabajan sobre modelos de racionalidad que no son de identidad, el pensamiento político y filosófico exige la compleja e "intrínseca" presencia del otro en tanto que nueva racionalidad-legitimidad. Solamente un pensamiento abierto a la inestabilidad de nuestro caos, a la permanente reorganización y a la presencia del otro, no sólo en el contexto sino en la estructura del discurso mismo, nos permitirá construir una nueva legitimidad, capaz de pensar la justicia y de poner un término a la muerte ecológica y aceptar que la diferencia, la multiplicidad y la alteridad nos habitan tanto como nuestras ilusiones y nuestros miedos.

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