sábado, 17 de febrero de 2007

EL FIN DEL FALSO LIDER.

Miércoles 27 de Diciembre 2007.

Se abrió el debate y los que dirigen sienten que la mesa se cae, las patas se quiebran, el suelo tiembla. Pero sólo oímos que la llamada es para unirnos más. ¿Qué pasa, es que estamos mejor así, sectariamente unidos? ¿Mejor es parcelados? La hora marca el reloj de la una. Los que acostumbrados al poder que viene de arriba dejaron caer el tenedor. Suena el grito en el cielo, hay que consultar a las bases.

¿Cuándo están las bases llenas? La campana de la una suena estridente, y el viento se llevó al sombrero del que parecía duque, conde, sultán, el que acaudillaba se atoró con el pan en la garganta. ¿Dónde están todos? Se oyó el grito de la una, y los pies ligeros se alejaron del que pensaba era el centro, el cacique, allá en el sector, lejos de la plaza popular. ¿Por dónde van ahora?

La turba quiere llegar a sí misma y vigila profunda el sentimiento, el sentido de una verdad que no está más en el cogollo, no estará más sometida al tiránico índice señalando un nombre. A lo lejos el humo muestra que el fuego quema, es el calor de la unidad que reclama leña, es el luminoso día clareando por la verdad. Ya no siente el respaldo sobre su nuca.

El frío le sube por el espaldar como un hielo que le quema el alma, no duerme, siente se le acaba el poder que había logrado con tanto gritar duro, no más gritar, tampoco suena más el celular. El peso de la fuerza popular exige un guía que encarne principios y los defienda con integridad, no más peso de la muela, no más brillo venido del grupo de los “elegidos”, llega la hora única de la verdad sin excluidos. El inesperado miedo se filtra por grietas del oscuro lugar.

El que era dueño seguro de una silla que no se ganó con su limpia lucha sino con el logro fiado, con el esfuerzo de otro, con el sol ajeno, ese que ya estaba acostumbrado a gustar del paraíso sin el merito de sus músculos pulsando al infierno, tuerce la vista, traga saliva, busca con desespero una salida que no está. El cielo trae la noticia de la unidad. La tierra siente la receptividad del alma popular y no miente. De las profundas entrañas de tu alma sabes quién es quién y no te fallará el criterio que te dice a quién seguir en esta hora crucial.

Las sudadas manos se juntan, los pies caminan al son de un compás que marca el latido de un corazón colectivo. Atrás quedan los que siempre anduvieron solos, escapados de la realidad, preocupados por un interés en singular. Es el cielo de la unidad, oscurece para los que evaden la justicia social. ¡Qué solos se sienten aquellos que engañaron siempre! Sin aliento caminan la calle del silencio que tiene sólo espaldas, ricas sus cuentas bancarias, pobres sus almas frente al soberano no pueden respirar este viento de justicia que reclama la libertad. Suenan las trompetas del esfuerzo común y no hay mucho de qué hablar. “Tenemos que reunirnos” gritan bajo el cielo oscuro de la falsa humildad. Los ojos del pueblo como sordos cuchillos clavan en la arena del cuerpo mutilado del falso líder el silencio reclamando unidad popular.

Mario Forti

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